Lecciones de vida por correspondencia

Cuando Séneca se retiró de la vida pública mantuvo una correspondencia con su amigo Lucilio que está llena de lecciones de vida:

(…) no pierdas hora alguna, recógelas todas. Asegura bien el contenido del día de hoy, y así será como dependerás menos del mañana.

Todo conocimiento necesita tiempo de asimilación:

(…) a los que no quieren dedicarse a familiarizarse con un pensador, sino que prefieren pasar por todos somera y presurosamente. No aprovecha, no es asimilado por el cuerpo el alimento que se vomita a poco de haber penetrado en el estómago.

Menciona a Epicuro en muchas de sus cartas y siempre hace su propio análisis o reflexión, como con su concepto de “pobreza alegre”:

La pobreza, empero, ya no es pobreza si es alegre, por cuanto no es pobre quien poco posee, sino quien desea más de lo que tiene. Porque, ¿qué importa cuanto tiene aquel hombre en sus arcas, cuanto esconde en sus graneros, cuantos rebaños apacienta o cuantos réditos cobra, si anda codicioso de las riquezas ajenas, si no cuenta las cosas adquiridas, antes bien las que piensa poseer? ¿Me pides cuál es la medida de las riquezas? En primer lugar tener lo que es necesario; después, lo que es suficiente.

Esto es precioso:

Si la sabiduría se confiriera con la condición de mantenerla encerrada, sin que pudiese transferirse, la rechazaría; sin compañía, ningún bien se posee a gusto.

También habla de la importancia de aprender escuchando a otros o a través de la convivencia, más allá de únicamente leer. Además, el maestro se convierte también en aprendiz y viceversa:

Y no te invito a venir solamente para que te aproveches, sino también para que me seas provechoso, puesto que nos haremos uno a otro grande bien.

De Hecatón cita:

¿Me preguntas qué progresos he realizado? He comenzado a ser amigo de mí mismo.

y hace el siguiente comentario:

Grande fue el progreso que hizo: nunca más se encontraría sólo. Puedes estar cierto que este hombre es amigo de todos.

Comenta que hay cosas que ha tardado en aprender tras rutas erradas:

Observad, pues, aquel género de vida sano y salvador que consiste en no ser complacientes con el cuerpo más que en aquellas cosas que precisa para su buena salud. Es menester tratarlo severamente para que no se muestre desobediente al espíritu: la comida calme nuestra hambre, la bebida apague nuestra sed, el vestido nos proteja del frío, y séanos la casa una defensa ante los ataques a nuestra salud. (…) Menospreciad toda cosa que un trabajo superfluo ha puesto como adorno y elegancia; pensad que sólo el alma es verdaderamente admirable, y que no hay nada grande que se pueda comparar con un alma grande.

Sobre la amistad:

El sabio, por más que se baste a sí mismo, con todo, desea tener un amigo aunque solamente sea para ejercer la amistad, a fin de que tan grande virtud no permanezaca sin cultivar.

Y de la temporalidad de las amistades que surgen por interés:

Quien haya sido admitido por utilidad, placerá mientras sea útil.

De la necesidad de riquezas:

Quien siente necesidad de riquezas teme por ellas, y nadie que viva entre afanes puede gozar de los bienes que posee, pues siempre anda atareado por aumentarlos. Mientras piensa en acrecentarlos, se olvida de gozar de ellos; se ocupa en rendimientos de cuentas, acude con frecuencia a los tribunales, hojea de vez en cuando su libro de vencimientos; de señor se ha trocado en procurador.

De cómo podemos llegar a hacer cosas por lo que otros piensen:

La Naturaleza ambiciona bien poco; la opinión, la inmensidad.

Y cómo saber cuando lo que deseamos es natural o por codicia:

(…) mira si puede conocer límite. Si habiendo llegado lejos aún le queda un más allá, ten la certeza de que no es natural.

De la importancia de la concordancia entre las palabras y las obras:

La filosofía no enseña a hablar, sino a actuar, y exige que todo el mundo viva conforme a su ley, que la vida no contradiga la palabra y que no exista discrepancia entre los diferentes actos de la vida (…)

Sobre la dificultad de dar consejos y la importancia de tomar decisiones en el momento, estando atento a lo que nos rodea:

(…) un consejo concreto sobre la ocasión y la manera de realizar una cosa nadie puede darlo de lejos, ya que es menester deliberar sobre la realidad. Y no basta con estar presente, es menester andar atento para sorprender la ocasión que se avecina.

El tema de la muerte surge en varias cartas, ya que es una preocupación que acecha a Lucilio:

(…) morimos peores de lo que nacimos. Y ello es culpa nuestra, no de la Naturaleza; ella debería quejarse a nosotros diciéndonos: “¿Qué es esto? Yo os engendré sin ambiciones, sin temores, sin supersticiones, sin perfidia, sin ninguno de los demás venenos: salid tal y como entrásteis”.

Sobre la felicidad:

Yo te ruego, querido Lucilio, que procures realizar aquella única cosa que puede hacerte feliz: rechazar y pisotear todo aquello que brilla exteriormente, todo aquello que te ha sido prometido por otro o que de otro tiene que llegarte. (…) ¿Me preguntas cuál es aquel verdadero bien y de dónde deriva? Te lo diré: de la buena conciencia, de las rectas intenciones, de las buenas acciones, del menosprecio de las cosas del azar, del aire plácido y lleno de seguridad de la vida que pisa siempre el mismo camino.

Hablando sobre un amigo que ya tiene cuarenta años y que Lucilio piensa que ya es tarde para ser “reformado”:

Ignoro si voy a sacar algún provecho, pero prefiero que me falte el éxito que la fe.

Huir no ayuda:

¿Me preguntas por qué no has hallado consuelo en tu huida? Porque escapaste contigo mismo. (…) Lo más importante no es a dónde vas, sino quién eres tú que vas.

De mantenerse feliz aunque el cuerpo envejezca:

He aquí un don de la filosofía: mostrarse sonriente a la vista de la muerte, fuerte y alegre ante cualquier situación del cuerpo, sin mostrar desfallecimiento aunque el cuerpo desfallezca. Quien es gran piloto navega aún con la vela rasgada, y aún desarbolado compone los restos de la nave para seguir la ruta.

De lo que le puede dar la felicidad:

(…) tampoco podrán hacerte feliz la belleza ni la fuerza, ya que ninguna de estas cosas resiste el paso del tiempo. Es menester encontrar algo que no desmerezca con la edad, que no pueda encontrar obstáculo. ¿Cuál es? El alma; pero el alma recta, buena, grande, (…)

(…) en posesión de una vida feliz, que no se torna más feliz por tornarse más larga.

Y del progreso en la sabiduría:

(…) que pronuncie palabras propias y no ande repitiendo razones de otro, ya que es cosa vergonzosa para el anciano, o para quien se avecina a la ancianidad, poseer como única sabiduría cosas aprendidas de memoria. (…) saca algo de tu fondo. (…) una cosas es recordar y otra saber. Recordar es tener una cosa encomendada a la memoria; al contrario, saber es haberla tomado propia y no estar ya pendiente del ejemplo, de tener que mirar constantemente al guía. (…) ¿Hasta cuándo aprenderás? Ya es hora que enseñes.

Fuente: Cartas a Lucilio de Séneca (se suele encontrar como un apartado dentro de los libros dedicados a Séneca)