Apreciar nuestro verdadero hogar
Se necesita una mayor educación y conciencia ambiental sobre nuestro “hogar planetario” y a Joaquín Araujo habría que darle más volumen a su voz para que se escuchara bien todo lo que cuenta en La ecología contada con sencillez donde pretende que:
(…) aceptemos como estimulante el pertenecer a nuestro mundo, con el que podemos relacionarnos de forma pacífica, constructiva y esperanzadora.
Ecología: oikos (casa) + -logía (ciencia, estudio)
La ecología tiene su faceta filosófica:
La primera premisa del pensador ecológico es aceptar el derredor, asumir el entorno tal como es, sin pretender ninguna influencia o modificación. (…) El mayor desafío de la filosofía ecológica es el de que podemos ser recíprocos con el conjunto de lo viviente, es decir, usar y restituir en la misma medida.
Y es que el consumismo actual tiene un “coste” muy elevado:
La fe ciega en el consumo y acumulación de bienes inútiles se salda con unos graves, continuos y profundos deterioros en los campos de la vida, la libertad, la creatividad y la paz del mundo.
Cuando intenta definir qué es la vida termina diciendo:
Acaso estas disquisiciones sobre el misterio del gran teatro de la vida no sean más que el reflejo de alguien que, como el autor de este libro, se siente ante todo agradecido por su inclusión en el escenario y en la trama. Y aunque no comprenda ni el uno ni la otra, y muchos menos lo que algunos están haciendo con ellos, desea fervientemente que prosiga el espectáculo.
Para la vida, la falta de desenlace es el mejor desenlace.
La genética desveló que lo que nos une a los seres vivos es mucho más que lo nos diferencia, sin embargo:
Resulta paradójico que lo único que realmente nos distingue a los humanos, la inteligencia, se utilice tan poco y tan mal en la relación con los otros seres vivos.
Y lo importante que es considerar nuestro hogar más allá de la vivienda privada:
Una actitud que se comprometa a no tolerar que el gran hotel pierda paulatinamente su capacidad de servirnos, alimentarnos y complacernos. (…) nos es totalmente imprescindible, (…) y cuidarla es la forma más sensata de cuidarnos a nosotros mismos.
Y de nuevo el consumismo:
(…) la posesión de cosas banales nos roba tiempo, espacio, sensibilidad y, por supuesto, vitalidad. Las cosas no son nuestras, sino que nosotros les pertenecemos a ellas. Esa realidad invierte los valores, ya que nos dedicamos a acaparar en lugar de sentirnos vivos en medio de la naturaleza y potenciar todo los futuros posibles.
Y si queremos que esta vida tenga futuro:
(…) pasa, entre otros recursos, por desacelerar el ritmo en que se consume y se destruye el mundo. (…) Se ha llegado a un punto en que la lentitud es considerada como una desgracia o un defecto, cuando es muchos casos es una virtud.
A Joaquín Araujo le gusta hablar de “matrimonio” natural (convivencia, reciprocidad, respeto) frente al patrimonio cultural y es que:
Conviene no sólo sentirse orgullosos de las catedrales, las pinturas o los poetas, sino también de las montañas, los bosques o los aguazales, que están asimismo plenos de belleza.
Y lo importante que es la educación ambiental:
(…) la única forma sincera de entender y practicar la no violencia contra lo viviente, por considerarla también violencia contra uno mismo.
Hay lujos más valiosos y menos caros:
(…) la placidez del silencio (…) que cualquier bienestar no significara un malestar para nada ni para nadie (…) la austeridad: el no necesitar excesos para sentirnos satisfechos. (…) ¿Acaso los poderosos no son los primeros en rodearse de silencio, amplio espacio natural, aire limpio, bosques acogedores y playas maravillosas?